jueves. 16.05.2024
La tarde comenzaba con un buen rollo inusitado entre las aficiones. Hermanadas, los cánticos iban en una sola dirección, cogiendo la A-30 en dirección norte, más allá del Puerto de la Cadena. La existencia de un enemigo común siempre une a dos grupos de personas, ahora y en el Paleolítico. La falta de tensión del lado cartagenerista se dejaba notar, dejando a la afición más pendiente del posible descenso granota que de la victoria local.

La bonita tarde veraniega presagiaba un plácido partido de fútbol para los intereses locales. En los prolegómenos, destacaba una palabra: gracias. Los seguidores se deshacían en elogios hacia la temporada realizada por el equipo, un equipo que ha devuelto la ilusión del fútbol a toda una ciudad. En este idílico ambiente, los seguidores empezaron a tomar asiento en el estadio, que presentaba una buena entrada.

Los acontecimientos confirmaban las sospechas: un equipo jugaba al fútbol mientras el otro estaba de pachanga. No entraré a valorar si han habido maletines o no, porque no lo sé. Simplemente aquello era fruto de una falta tremenda de tensión competitiva por parte del Cartagena. Los primeros goles fueron coreados por todo el mundo, como es ritual en estos casos y, casi casi, como estaba programado. Pero el tercero y el cuarto ya eran otra cosa. Se estaba dejando en entredicho la dignidad profesional de los jugadores que estaban sobre el verde. Una cosa es perder, y otra muy distinta es ser vapuleado.

Al descanso, el cabreo generalizado inundó el Cartagonova. Pañolada y pitos en todo el estadio. La gente que se sentaba cerca del palco se dio la vuelta para protestar ante Paco Gómez. El ambiente “buenrollista” del inicio había dejado paso al enfado monumental de 10.000 personas. Y con razón. No debería ser bonito que tu equipo pierda bajo ninguna circunstancia, pero es que aquello ya llegaba más allá. La profesionalidad ha de mostrarse desde el primer partido hasta el último. La mujer del César no sólo ha de ser honrada, sino parecerlo.

Pero todo, absolutamente todo cambió cuando el partido expiraba. De repente, un rugido ensordecedor apareció en el estadio. Las radios informaban de un penalti a favor del Girona. Durante unos segundos, la gente se dio la vuelta, obviando el pitido final, para permanecer atenta a lo que ocurría en el Montilivi. Desconcierto, informaciones contradictorias, parada de Alberto, pelota que se escurre y gol. Fiesta y gritos en el ambiente, que sirvieron de nexo de unión para el acto programado por el club para el final del partido.

En una tarde extraña, que se desarrolló mal, pero que empezó bien, lo mejor para la afición fue ese “quinto gol” marcado a más de setecientos kilómetros del Cartagonova. Cosas del fútbol.

Del blanco al negro y, de nuevo, al blanco
El usuario es responsable de sus comentarios. Se compromete a que no difamen, insulten, contengan información falsa, abusiva, pornográfica, amenazadora, que dañe la imagen de terceras personas o que infrinja alguna ley.
Sportcartagena se reserva el derecho de eliminar los comentarios que considere inadecuados.
Comentarios