15 de abril de 2014, 19:35
Nosotros fuimos los que pusimos el punto final a la temporada y con la cabeza enormemente alta. Leí por ahí, horas después, que habíamos sido todo orgullo, todo corazón. Pero con eso no bastaba. Demasiada razón llevaba quien lo puso. No fue suficiente defender con todo lo que las piernas nos dejaban. Tampoco sirvió correr hacia el aro como nunca antes se había hecho. Igual que no bastó con jugar éste o aquél sistema.
El baloncesto, como idea abstracta, como si de una deidad se tratara, da y quita según le plazca. Allí, en Murcia, se había ganado en un partido excelente de principio a fin. Aquí, el domingo por la tarde, con las gradas a rebosar (sorprendentemente, no sólo por el número), jugando igual no pudo alcanzarse la victoria. Hubo infinitos cambios en el marcador, oscilando constantemente quien dominaba al otro. Pero cuando quedaba demasiado poco, un par de acciones de Infante rompían el partido con un parcial insalvable para el tiempo que restaba.
El partido del domingo quizás sea lo de menos. Sabemos desde que acabó el partido, todos y cada uno, que el no entrar en la lucha por la Primera Autonómica no era consecuencia de haber perdido frente a Infante. Estaba provocado, realmente, por otras derrotas cosechadas anteriormente. No es una crítica, justo ahora no hace falta. Más bien es un leve golpe en la cabeza, una activación de la memoria. No somos séptimos por perder contra el segundo clasificado, lo somos por otros motivos.
Se comenzó el 19 de agosto con la idea de no permitir que se nos derrotara por enormes diferencias. Dos meses después y hasta que llegó una racha negativa de partidos demasiado alargada, el equipo oscilaba entre la cuarta y la quinta posición de la tabla. No se está ahí por casualidad. Se está ahí por trabajo, por trabajo y por más trabajo. Poner excusas de por qué se ha acabado séptimo es fácil, podría hacerlo cualquier. Lo difícil es la autocrítica, el culparse a sí mismo, individual y colectivamente. Todos. Especialmente el entrenador.
Afortunadamente, nos encanta lo dificultoso. Lo que admiro de este grupo es que a pesar de los agentes externos, esas pequeñas o grandes cosas que entran en el ámbito de lo incontrolable, han sabido seguir caminando. Pelear. Luchar hasta el final. Jugando ocho, jugando nueve, jugando lesionados y sin los lesionados. Jugando con todo lo que tenían, hasta el final, exprimiéndose hasta no quedarles nada. Eso no pueden decirlo todos los entrenadores. Eso es un orgullo. La competición ha terminado, la temporada sigue. Después de vacaciones se seguirá trabajando para mejorar. Siempre con el esfuerzo y el progreso en mente.
El año que viene será otro año. Esperemos que un año en el que en la cabeza y las manos, sobretodo la primera, permitan definir con calma ciertos momentos. La inexperiencia es una fase por la que debe de pasarse. Ya la hemos pasado. El año que viene volveremos. Más fuertes. Más duros. Mejores. Es una promesa y vamos a cumplirla. /
Lucas Pérez
