Los cuarenta valientes de El Alcoraz

A pesar de que la hora de partida eran las siete de la mañana, el autobús salió diez minutos antes, porque todos los inscritos ya estaban allí. Seguramente esto sea buena muestra de las ganas que tenían los aficionados de salir cuanto antes para llegar a Huesca a tiempo. Allí se dieron cita más de cuarenta aficionados de todas las edades: niños, adolescentes, jóvenes y menos jóvenes con ganas de animar al equipo, a su equipo.

El trayecto de ida fue bastante animado. La gente iba fresca, y las tertulias se apoderaron del bus. Una por encima de todas, en la que Pedro, de la peña Azor, intentaba convencer a Juan, de la peña Atalaya, de que había que cesar a Juan Ignacio. Pronto, prácticamente todo el bus, se posicionó en un bando u otro. Los cánticos tampoco faltaron. Los que se pueden escuchar cualquier día de partido en el estadio o el ya mítico “¡Servesica, oe!”.

Y así, entre paradas, bingos y porras – porra que, por cierto, nadie acertó – Huesca apareció en el horizonte. El estadio de 'El Alcoraz' fue invadido por cuarenta seguidores albinegros que, con sus cánticos y pancartas, no tardaron en llamar la atención de la hinchada local. Por si esto fuera poco, un grupo de chicas procedentes de Zaragoza y seguidoras de Longás se unieron a la familia.

Tras el partido, a despedir a los jugadores. Fotos, autógrafos, cariño. Estoy seguro de que a ellos estos gestos les llegan y los agradecen. Y la afición no espera nada a cambio salvo, seguramente, una sonrisa, cercanía, palabras amables y alguna que otra camiseta. Después de la parada para cenar, el autobús enmudeció. Era ya muy tarde y el cansancio hacia mella, tocaba descansar. Cerca de las cinco de la mañana del domingo se llegó a donde se salió veintitrés horas antes. Retirada y a la cama. Ya me callo, lo mejor será que veáis las fotos. Hasta la próxima.